El 3 de octubre, día siguiente de estar en Stuttgart con Raquel y Santiago, nos volvimos a animar y esta vez alquilamos un coche con Stadt Mobile y nos fuimos a Dierbach, donde se celebraba una fiesta del vino nuevo, Wienfest.
El pueblo estaba hasta arriba de gente (más que nada porque son 4 calles), y tuvimos que aparcar en las afueras y entrar andando. Nada más entrar empezamos a ver cosas chulísimas, y a encapricharnos de todo. Calabazas, gusanitos… todo tipo de artesanías de la gente del pueblo, que sacan a la calle para exhibirlas y venderlas. Y los precios la verdad es que no estaban nada mal.
Es la época de las calabazas, y de verdad que yo nunca había visto tanta variedad y algunas tan retorcidas.
Otras tiendas tan curiosas como esta, solo dedicada a productos de las abejas. Increíble la cantidad de cosas que tenían. Eso sí, los precios aquí estaban bastante más caros.
¡¡¡La primera vez que veo jengibre!!! Tiene un aspecto un poco raro, ¿verdad?
Seguimos bajando hasta la plaza central, donde nos reunimos con Spyros, Vero y su novio, que habían ido por separado. Era ya tiempo de comer, y nos pusimos a buscar algún buen sitio para hacerlo.
Y lo encontramos, vaya si lo encontramos. Tuvimos mucha suerte, y terminamos dentro de la mejor casa, porque aquí no son restaurantes, son simplemente casas que se ponen a cocinar y te abren sus puertas. El patio de la casa estaba lleno, pero encontramos un pequeño sitio donde entrabamos todos, y ahí que nos sentamos. Pedimos los vinos (en vasos de medio litro) y algo par comer. ¡Estaba buenísimo!
Después fuimos a por los postres, unas tartas caseras que se me olvido hacerles fotos de las ganas que tenía de incarles el diente. ¡Que ricas que estaban! Entonces vimos que el señor de la casa se ponía a montar su teclado, y se subía a un escenario improvisado a cantar. ¡¡¡Postres con espectáculo!!!!
Cuando nos cansamos de estar ahí dentro, salimos a dar otra vuelta por la otra parte del pueblo. De verdad, esta gente son unos verdaderos artistas. ¡Mirad lo que hacen con las raices! ¡Patos con zapatos!
Después nos volvió a entrar hambre, y decidimos pasarnos a por un Flammkuchen que estaban haciendo en el momento. Era toda la familia cocinando junta. La verdad es que nos hizo mucha gracia.
Ya nos dieron las 7 de la tarde, hora de irse para casa porque empezaron a cerrar todo y se hacía de noche. Esto no dejaba de ser un pueblo y la gente quería acostarse pronto.
Pero antes de abandonar la zona, no pudimos dejar de parar en uno de los mil montones de calabazas que había cerca de la carretera para coger un par. (Eso sí, ya estan en la basura por un sencillo motivo, estaban ahí porque estaban podridas…)
corrijo…. Una de las calabazas esta en la basura, la otra todavia esta en la oficina.
Vaya calabazas… más sugerentes.
Mira que no conocer el jengibre jajaja hay que pasar más por el mercado.