Pensamientos de una clase de judo

Hoy ha sido un día duro en el trabajo. Hay una reunión con los otros «project partners» y estamos todos acelerados. Necesito una clase de judo.

Llego a casa a las 5 y me pongo a merendar. Algo de piña natural enlatada para que no se me suban los gemelos (dicen que es como el plátano y como no puedo tomarlo…) y la última rebanada de pan que se dejaron Isa y Tete con la Nuttela que me regaló Raquel.

Vamos en bici, que se llega antes y hace mucho frío. Cojo las cosas, las luces de la bici, importante, que si no te pueden multar. Vamos abajo, quito el candado a la bici, Scheise, se me han olvidado los guantes, pero ya no me da tiempo si no quiero llegar tarde, da igual. Sigo mi camino, me adelantan un par de coches. Está empezando a llover.

Llego al gimnasio, dejo la bici, le pongo el candado y quito las luces. Entro. El ambiente está un poco revolucionado. Paso al vestuario y me cambio. Salgo. Está terminando la clase anterior. Los niños le piden folios al profesor, y van corriendo a uno que está hablando con mucha gente. Debe ser importante, porque se pone a firmarles autógrafos. Me da la espalda, veo el nombre en la camiseta. Me lo apunto en el móvil, se llama D. Pfeiffer. Se debe pronunciar algo así como Pffaiffa. Luego en casa miro en internet a ver quién es. Continue reading

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